...O de cómo puede engañar una tapa
EL JURADO DE FUEGO (The Burning Court, 1937)
Autor: John Dickson Carr
Colección: Caimán nº 64
Edita. Editorial Diana , México, 1961
Si hay una demostración ejemplar de cómo una tapa y un resumen puede engañar, es la de este libro.
Me explico: hurgando por las pilas de libros baratos me encontré con una fascinante tapa, con una bailarina semidesnuda bailando de espaldas y una calavera a su lado en medio de lo que parecía fuego. Una imagen fascinante para un libro con un nombre tan sugestivo como El Jurado de Fuego. Abriendo la primera página me encuentro con la siguiente descripción:
Ella le rendía culto al mal e hizo del crimen una religión.
Cuando Edward Stevens supo que su vecino, Miles Despard, había sido asesinado no se inquietó. Después de todo, Stevens tenía su profesión, una esposa bella, una buena forma de vivir... Por lo tanto ¿qué podía significar Despard para él? Oyó la historia de la mujer misteriosa... y sonrió.
Pero más tarde se intrigó, y cuando tuvo en sus manos el manuscrito sobre las asesinas, lo abrió ¡y casi lo dejó caer!
Pegada a la página se veía claramente la fotografía de una mujer. Al pie de ella, con letras claras y pequeñas, estaba impreso:
MARIE D’AUBRAY
GUILLOTINADA POR ASESINATO, 1861
Se encontró, entonces, mirandola fotografía de su esposa...
No dudé un instante y lo compré, listo para disfrutarlo como loco.
Y me engañaron. Vilmente.
El libro comienza fantástico. ¿Es la esposa alguien venida del mas allá? Es coincidencia? ¿Es una sucesora de la guillotinada con los mismos instintos asesinos? ¿O está siendo inocentemente sospechosa de un crimen? Que por cierto ¿cómo se cometió, si fue en un cuarto cerrado? ¿Y cuál fue el movil? ¿El dinero o algo más... sobrenatural?
A partir de ahí las cosas parecen tener dos caminos lógicos: o resolver todo por el lado sobrenatural o bien explicar todo racionalmente. Lástima que a John Dickson Carr no termina decidirse por cuál camino seguir. ¿El resultado? La confusión general. Sin contar que la novela tiene toda esa sobredosis de explicaciones y contraexplicaciones dialogadas típicas de las novelas-problema que hace leerla sea una lucha contra el tedio. Y por supuesto , al final hay un shock inesperado que invalida todo lo explicado anteriormente, por más que no tenga la menor lógica interna respecto a lo que paso (que no es que tuviese mucha lógica de por sí, pero bueh...)
Y aparentemente, este libro es una de las mejores novelas en este estilo deductivo de su autor, John Dickson Carr (tambien conocido como Carter Dickson), un tipo que además de autor de éxito era aficionado acérrimo del género. El problema es que, parentemente, el tipo era fan de la narrativa lógica de Sherlock Holmes y del paradojal Padre Brown de Gilbert Chesterton. Con lo que no había manera de que sus historias terminaran siempre saliendo esquizofrénicas.
Yo, en lo personal, me aburrí soberanamente en este libro. Una lástima, porque la premisa es fascinante. Y la tapa, ganchera como pocas. De última, si lo encuentran, comprenlo por la tapa. Pero sean buenos ocn ustedes mismos y no lo lean.
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